miércoles, 28 de marzo de 2007
Silvio Rodríguez: "El reparador de sueños"
En 1984, Silvio graba "Tríptico". Fue grabado en La Habana, Cuba, durante ese año y lanzado como disco triple en homenaje al primer cuarto de siglo de la Revolución cubana.
En estos tres discos se incluyen un total de 25 canciones, una canción por año de revolución, quizá sean para mí los tres discos mejores de Silvio.
Casi cualquier canción de Tríptico es imprescindible.
"El reparador de sueños" habla de la esperanza, de lo posible. Habla de que es posible la palabra siempre.
Es bueno quedarse con la esperanza, saber que se pueden reparar los sueños que existe un "enanito" que:
Siempre, llega hasta el salón principal donde está el motor que mueve la luz
Canciones de hace 23 años ya, canciones vivas, siempre nuevas.
REPARADOR DE SUEÑOS
Siempre,
llega el enanito
con sus herramientas
de aflojar los odios
y apretar amores
Siempre,
llega el enanito
siempre oreja adentro
con afán risueño
de enmendar lo roto
Siempre,
apartando piedras de aquí,
basura de allá -haciendo labor-
siempre va esta personita feliz
trocando lo sucio en oro
Siempre,
llega hasta el salón principal
donde está el motor que mueve la luz
y siempre allí hace su tarea mejor
el reparador de sueños
Siempre,
llega el enanito
hasta la persona, hasta todo el pueblo
hasta el universo
Siempre,
llega el enanito
y desde esa hora se acaba el silencio
y aparece el trino
Siempre,
apartando piedras de aquí,
basura de allá -haciendo labor-
siempre va esta personita feliz
trocando lo sucio en oro
Siempre,
llega hasta el salón principal
donde está el motor que mueve la luz
y siempre allí hace su tarea mejor
el reparador de sueños.
ll
En YouTube he encontrado este viejo video de 1985 en el que Silvio interpreta esta preciosa canción junto al grupo Afrocuba.
Disfrutadla, pinchando en este enlace:
http://www.youtube.com/watch?v=_iHUoPuvSWA
martes, 27 de marzo de 2007
José Hierro y el penal de El Dueso (Cantabria)
Entre 1939 y 1944 el poeta José Hierro (Madrid 1922-2002) fue encarcelado al finalizar la Guerra Civil española acusado de pertenecer a una red clandestina de ayuda y socorro a los presos. Una de las cárceles en las que estuvo preso fue la de El Dueso (Cantabria). A orillas del mar, los presos podían oirlo pero no verlo. Esa era, según contaba Hierro, la peor de las torturas.
Entre los años 1936 y 1944, Hierro vivió primero el encarcelamiento de su padre Joaquín, su propia detención y finalmente la muerte de su padre, tal como explica resumida la cronología de José Hierro de aquellos años:
1936 -1939:
Vive la guerra en Santander, con su familia.
1937:
Joaquín Hierro es encarcelado hasta 1941. Participa en una tertulia en la Biblioteca Municipal de Santander; algunos de sus amigos contertulios son detenidos muy pronto, como Luis Corona, a quien Hidalgo, Hierro y Jaime Giménez Merino envían a la cárcel el ejemplar único de la revista El Pino, mecanografiada por ellos, con poemas de los tres y dibujos de Hidalgo. Inicia su amistad con Manuel Llano.
1936 -1938:
Lee en francés a los principales poetas simbolistas y post-simbolistas (Baudelaire, Mallarmé y Valéry): hace de Las flores del mal uno de sus libros de cabecera. El 29 de marzo de 1938 conoce personalmente a Gerardo Diego, en una conferencia-concierto de éste y de José Cubiles; lo visitará unos días más tarde, en su casa, para hacerle entrega de una antología mecanografiada, con poemas suyos y de José Luis Hidalgo.
1939:
Acusado de pertenecer a una red clandestina de ayuda y socorro a los presos, es detenido el 3 de septiembre y conducido a la Comisaría de Policía, desde donde diez días después pasa a la Prisión Provincial; recorre después las cárceles de Comendadoras (Madrid), Palencia, de nuevo Santander, Porlier y Torrijos (Madrid), Segovia y Alcalá de Henares. Es procesado dos veces y, finalmente, se lo condena a doce años y un día de reclusión; sin embargo, abandonará la cárcel en 1944.
El 26 de marzo de este mismo año, muere su padre.
El 26 de marzo de este mismo año, muere su padre.
ll
Acabo de pasar unos días en Santander y me acerqué a contemplar desde una ladera vecina la cárcel donde pasó una parte de su reclusión el poeta.
He entendido mejor el poema "Reportaje" (Desde esta cárcel podría verse el mar...) que escribió entonces y que aquí os copio.
Espero que os guste.
ll
REPORTAJE
Desde esta cárcel podría
verse el mar, seguirse el giro
de las gaviotas, pulsar
el latir del tiempo vivo.
Esta cárcel es como una
playa: todo está dormido
en ella. Las olas rompen
casi a sus pies. El estío,
la primavera, el invierno,
el otoño, son caminos
exteriores que otros andan:
cosas sin vigencia, símbolos
mudables del tiempo. (El tiempo
aquí no tiene sentido).
Esta cárcel fue primero
cementerio. Yo era un niño
y algunas veces pasé
por este lugar. Sombríos
cipreses, mármoles rotos.
Pero ya el tiempo podrido
contaminaba la tierra.
La yerba ya no era el grito
de la vida. Una mañana
removieron con los picos
y las palas la frescura
del suelo, y todo —los nichos,
rosales, cipreses, tapias—
perdió su viejo latido.
Nuevo cementerio alzaron
para los vivos.
Desde esta cárcel podría
tocarse el mar; mas el mar,
los montes recién nacidos,
los árboles que se apagan
entre acordes amarillos,
las playas que abre al alba
grandes abanicos,
son cosas externas, cosas
sin vigencia, antiguos mitos,
caminos que otros recorren.
Son tiempo
y aquí no tiene sentido.
Por lo demás todo es
terriblemente sencillo.
El agua matinal tiene figura de fuente...
(Grifos
al amanecer. Espaldas
desnudas. Ojos heridos
por el alba fría). Todo
es aquí sencillo,
terriblemente sencillo.
Y así las horas. Y así
los años. Y acaso un tibio
atardecer del otoño
(hablan de Jesús) sentimos
parado el tiempo. (Jesús
habló a los hombres, y dijo:
«Bienaventurados los pobres de espíritu»).
Pero Jesús no está aquí
(salió por la gran vidriera,
corre por un risco,
va en una barca, con Pedro,
por el mar tranquilo).
Jesús no está aquí.
Lo eterno se desvae, y es lo efímero
—una mujer rubia, un día
de niebla, un niño tendido
sobre la yerba, una alondra
que rasga el cielo—, es lo efímero
eso que pasa y que muda
lo que nos tiene prendidos.
Sed de tiempo, porque el tiempo
aquí no tiene sentido.
Un hombre pasa. (Sus ojos
llenos de tiempo). Un ser vivo.
Dice: «Cuatro, cinco años... ».
Como si echara los años
al olvido.
Un muchacho de los valles
de Liébana. Un campesino.
(Parece oírse la voz
de la madre: «Hijo,
no tardes», ladrar los perros
por los verdes pinos,
nacer las flores azules
de abril...).
Dice: «Cuatro, cinco,
seis años...», sereno, como
si los echase al olvido.
El cielo, a veces, azul,
gris, morado o encendido
de lumbres. Dorado a veces.
Derramado oro divino.
De sobra sabemos quién
derrama el oro, y da al lirio
sus vestiduras, quién presta
su rojo color al vino
vuela entre nubes, ordena
las estaciones...
(Caminos
exteriores que otros andan).
Aquí está el tiempo sin símbolo
como agua errante que no
modela el río.
Y yo, entre cosas de tiempo,
ando, vengo y voy perdido.
Pero estoy aquí, y aquí
no tiene el tiempo sentido.
Deseternizado, ángel
con nostalgia de un granito
de tiempo. Piensan al verme:
«Si estará dormido... ».
Porque sin una evidencia
de tiempo, yo no estoy vivo.
Desde esta cárcel podría
verse el mar —yo ya no pienso
en el mar—. Oigo los grifos
al amanecer. No pienso
que el chorro me canta un frío
cantar de fuente. Me labro
mis nuevos caminos.
Para no sentirme solo
por los siglos de los siglos.
ll
Para saber más sobre su cronología puedes entrar en:
lunes, 19 de marzo de 2007
www.elotro.org Una página para colaborar con un poema o un texto
www.elotro.org es una página web en la que acabo de colaborar con el poema que publiqué en la anterior entrada de este blog.
Admite colaboraciones y su objetivo aparece en su página principal y dice:
…EL OTRO (Km. 0)
“poemas para la vida”
Que frágil es la memoria cuando necesitamos excusas para construir fronteras y barreras para el otro. Hace tan solo unas décadas nuestros familiares emigraban en busca de una tierra donde, lejos de su lugar de origen, encontrar un trabajo digno y un trozo de pan. Esa fue la otra posguerra, de la que apenas se habla porque tal vez pocos fueron los que volvieron para decirnos que no fue fácil pero que consiguieron un pequeño lugar bajo otro sol. ...
“poemas para la vida”
Que frágil es la memoria cuando necesitamos excusas para construir fronteras y barreras para el otro. Hace tan solo unas décadas nuestros familiares emigraban en busca de una tierra donde, lejos de su lugar de origen, encontrar un trabajo digno y un trozo de pan. Esa fue la otra posguerra, de la que apenas se habla porque tal vez pocos fueron los que volvieron para decirnos que no fue fácil pero que consiguieron un pequeño lugar bajo otro sol. ...
.
Ahí han colaborado ya gente como:
Elena Medel, Juan Carlos Mestre, Enrique Gracia Trinidad, Joaquín Marta Sosa, Fermin Higuera, Montse Cano, María Antonia Ortega, Manolo Romero, Ángel Guinda, Antonio Bueno Tubía, Fernando López, Ana Martín Puigpelat, Matías Muñoz, Ezequías Blanco, Balbina Prior, Peter Wessell, Ernesto García López, Elisa Iglesias, Enrique Falcón, Mario Merlino, Ivan Carabaño Aguado, Roberto López, Alfonso Ramos Jiménez, David González, Carlos Caro, Arturo Arévalo, Peter Wessel, Javier Diaz Gil ... de momento.
.
Os invito a visitarla y a ver mi colaboración pinchando en este enlace.
Y a pensar por un momento también en "el otro".
ll
viernes, 16 de marzo de 2007
Poema de Javier Díaz Gil: para Cinthia (El Salvador)
En julio de 2005 colaboré como voluntario con SETEM, una ONG de Madrid, y viajé a el Salvador. El objetivo era convivir con ellos y no tanto poder enseñarle cosas nosotros, sino aprender de ellos.
Allí escribí algunos poemas que permanecen inéditos y que ojalá vean la luz algún día.
Quiero dejar aquí uno de ellos, el que escribí a Cinthia, la niña de la foto, cuyos ojos eran aún más profundos que su sonrisa.
Quién sabe si desde Nueva Trinidad, su población salvadoreña, ella lo pueda leer algún día.
De Cinthia también aprendí.
Os copio aquí el poema:
ll
YA NO PUEDES PEINAR MI CABELLERA...
Ya no puedes peinar mi cabellera,
decidiste cruzar el horizonte.
No hubo sombra que tanto te cubriera
ni canto más terrible de sinsonte.
En sueños cruzarás esta frontera
para ser una nube en que me monte
que resuelva por siempre este dilema:
ser tu luz
o la sombra en un poema.
© Javier DIAZ GIL
8 de enero 2006
Allí escribí algunos poemas que permanecen inéditos y que ojalá vean la luz algún día.
Quiero dejar aquí uno de ellos, el que escribí a Cinthia, la niña de la foto, cuyos ojos eran aún más profundos que su sonrisa.
Quién sabe si desde Nueva Trinidad, su población salvadoreña, ella lo pueda leer algún día.
De Cinthia también aprendí.
Os copio aquí el poema:
ll
YA NO PUEDES PEINAR MI CABELLERA...
Ya no puedes peinar mi cabellera,
decidiste cruzar el horizonte.
No hubo sombra que tanto te cubriera
ni canto más terrible de sinsonte.
En sueños cruzarás esta frontera
para ser una nube en que me monte
que resuelva por siempre este dilema:
ser tu luz
o la sombra en un poema.
© Javier DIAZ GIL
8 de enero 2006
lunes, 12 de marzo de 2007
José Hierro, la poesía misma.
José Hierro tiene la capacidad de conmover. La poesía de Hierro no te deja indiferente. Sé que los poemas de José Hierro son alimento, otro poeta necesario (de los más necesarios) a los que regresar siempre.
Nació en 1922 en Madrid y murió en esta misma ciudad cerca de la Navidad, el 21 de diciembre de 2002. Las ocasiones en que pude escucharle en sus recitales y hablar con él, -su voz grave acompasada, su mano midiendo la música del verso según lo iba recitando-, están grabadas en mi memoria.
Es uno de los poetas de la «Generación del medio siglo» cuya poesía contiene rasgos sociales basados en su experiencia como «Niño de la guerra». Está considerado como uno de los grandes poetas contemporáneos de habla hispana. Su obra abarca temas sociales y de compromiso con el hombre, el paso del tiempo y el recuerdo, como puede observarse en su bello «Cuaderno de Nueva York» y «Alegría», dos de sus publicaciones más importantes.Durante la guerra civil se dedicó a actividades clandestinas que motivaron su encarcelamiento en 1939. Después de ser liberado en 1942, se desempeñó en diversos oficios durante varios años, hasta radicarse en Madrid, donde inició entonces una larga carrera como escritor, jalonada por numerosos premios y distinciones entre los que se destacan:Premio Adonais 1947, Premio Nacional de Literatura 1953, Premio Nacional de la Crítica 1957, Premio March de Poesía 1959, Premio Príncipe de Asturias 1981, Premio Nacional de las Letras Españolas 1990, Premio Reina Sofía 1995, Premio Europeo de Literatura Aristeión 1999, Premio Cervantes de las Letras 1999, Doctor Honoris Causa de la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo 1995, Miembro de la Real Academia de la Lengua desde 1999. En 2002 fue nombrado doctor "Honoris causa" por la Universidad de Turín. En 2002 el Ayuntamiento de Madrid le concedió la Medalla de Oro de la ciudad.
En la ciudad en la que vivo, en Getafe, se fundó el Centro de Poesía "José Hierro", el lugar, dentro de la Comunidad de Madrid, dedicado a la memoria del poeta y a dar cabida a todas las actividades poéticas (lecturas, edición, talleres, encuentros...) que se desarrollan no sólo en nuestra ciudad, sino en nuestro país entero.
No sabría elegir un poema sólo de José Hierro para dejarlo aquí de testimonio. Tel vez dos, de su último libro "Cuaderno de Nueva York".
El maravilloso "Lear King en los claustros" (largo poema que os invito a leer entero, por favor, con uno de los versos que más me impresionan: "Mi reino por un «te amo», sangrándote en la boca." ) y "Vida", el soneto final con que cierra ese libro.
Aquí os los transcribo:
LEAR KING EN LOS CLAUSTROS
Di que me amas. Di: «te amo»,
dímelo por primera y por última vez.
Sólo: «te amo». No me digas cuánto.
Son suficientes esas dos palabras.
«Más que a mi salvación», dijo Regania.
«Más que a la primavera», dijo Gonerila.
(No sospechaba que mentían.)
Di que me amas. Di: «te amo»,
Cordelia, aunque me mientas,
aunque no sepas que te mientes.
Todo se ha diluido ya en el sueño.
La nave en que pasé la mar,
fustigada por los relámpagos,
era un sueño del que aún no he despertado.
Vivo brezado por un sueño,
inerme en su viscosa telaraña,
para toda la eternidad,
si es que la eternidad no es un sueño también.
La tempestad me arrebató al Bufón,
al pícaro azotado, deslenguado, insolente,
que era mi compañero, era yo mismo,
reflejo mío en los espejos
cóncavos y convexos, que inventó Valle-Inclán.
Los brazos de las olas me estrellaron
contra el acantilado y un buen día,
ya no recuerdo cuándo, desperté
y hallé sobre la arena
piedras labradas con primor,
sillares corroídos, lamidos y arañados
por los dientes y garras de las algas.
Entonces, desatado del sueño,
comencé a rehacer el mundo mío,
que se desperezaba bajo un sol diferente.
Y aquí está, al fin, delante de mis ojos.
Oigo como jadea
con la disnea del agonizante, del sobremuriente.
Espera a que tú llegues
y me digas «te amo».
Conservo aquí los cielos que viajaron conmigo:
grises torcaces de Bretaña, cobaltos de Provenza,
índigos de Castilla.
Sólo tú eres capaz de devolverles
la transparencia, la luminosidad
y la palpitación que los hacían únicos.
Aquí están aguardándote.
Quiero oírte decir, Cordelia, «te amo».
Son las mismas palabras que salieron
de labios de Regania y Gonerila,
no de su corazón. Más tarde
se deshicieron de mis caballeros,
hijos del huracán, bravucones, borrachos,
lascivos, pendencieros... Regresaron
al silencio y a la nada.
La niebla disolvió sus armaduras,
sus yelmos, sus escudos cincelados,
aquel hervor y desvarío
de águilas, quimeras, unicornios,
efigies, delfines, grifos.
¿Por qué reino cabalgan hoy sus sombras?
Mi reino por un «te amo», sangrándote en la boca.
Mi eternidad por sólo dos palabras:
susúrralas o cántalas sobre un fondo real,
-agua de manantial sobre los guijos,
saetas que desgarran con su zumbido el aire-
así la realidad hará que sean reales
las palabras que nunca pronunciaste
-¡por qué nunca las pronunciaste!-
y que ultrasuenan en un punto
del tiempo y del espacio
del que tengo que rescatarlas
antes de que me vaya.
Ven a decirme «te amo»;
no me importa que duren tus palabras
lo que la humedad de una lágrima
sobre una seda ajada.
En esa paz reconstruida
-sé que es tan sólo un decorado-, represento
mi papel, es decir, finjo,
porque ya he despertado.
Ya no confundo el canto de la alondra
con el del ruiseñor. Y aquí vivo esperándote
contando días y horas y estaciones.
Y cuando llegues, anunciada
por el sonido de las trompas
de mis fantasmales cazadores,
sé que me reconocerás
por mi corona de oro (a la que han arrancado
sus gemas las urracas ladronas),
por la escudilla de madera que me legó el bufón
en la que robles y arces depositan
su limosna encendida, su diezmo volandero,
el parpadeo del otoño.
Ven pronto, el plazo ya está a punto
de cumplirse. Y no me traigas flores
como si hubiese muerto.
Ven antes de que me hunda
en el torbellino del sueño,
ven a decirme «te amo» y desvanécete en seguida.
Desaparece antes de que te vea
nadando en un licor trémulo y turbio,
como a través de un vidrio esmerilado,
antes de que te diga:
«Yo sé que te he querido mucho,
pero no recuerdo quién eres».
De "Cuaderno de Nueva York" 1998
Di que me amas. Di: «te amo»,
dímelo por primera y por última vez.
Sólo: «te amo». No me digas cuánto.
Son suficientes esas dos palabras.
«Más que a mi salvación», dijo Regania.
«Más que a la primavera», dijo Gonerila.
(No sospechaba que mentían.)
Di que me amas. Di: «te amo»,
Cordelia, aunque me mientas,
aunque no sepas que te mientes.
Todo se ha diluido ya en el sueño.
La nave en que pasé la mar,
fustigada por los relámpagos,
era un sueño del que aún no he despertado.
Vivo brezado por un sueño,
inerme en su viscosa telaraña,
para toda la eternidad,
si es que la eternidad no es un sueño también.
La tempestad me arrebató al Bufón,
al pícaro azotado, deslenguado, insolente,
que era mi compañero, era yo mismo,
reflejo mío en los espejos
cóncavos y convexos, que inventó Valle-Inclán.
Los brazos de las olas me estrellaron
contra el acantilado y un buen día,
ya no recuerdo cuándo, desperté
y hallé sobre la arena
piedras labradas con primor,
sillares corroídos, lamidos y arañados
por los dientes y garras de las algas.
Entonces, desatado del sueño,
comencé a rehacer el mundo mío,
que se desperezaba bajo un sol diferente.
Y aquí está, al fin, delante de mis ojos.
Oigo como jadea
con la disnea del agonizante, del sobremuriente.
Espera a que tú llegues
y me digas «te amo».
Conservo aquí los cielos que viajaron conmigo:
grises torcaces de Bretaña, cobaltos de Provenza,
índigos de Castilla.
Sólo tú eres capaz de devolverles
la transparencia, la luminosidad
y la palpitación que los hacían únicos.
Aquí están aguardándote.
Quiero oírte decir, Cordelia, «te amo».
Son las mismas palabras que salieron
de labios de Regania y Gonerila,
no de su corazón. Más tarde
se deshicieron de mis caballeros,
hijos del huracán, bravucones, borrachos,
lascivos, pendencieros... Regresaron
al silencio y a la nada.
La niebla disolvió sus armaduras,
sus yelmos, sus escudos cincelados,
aquel hervor y desvarío
de águilas, quimeras, unicornios,
efigies, delfines, grifos.
¿Por qué reino cabalgan hoy sus sombras?
Mi reino por un «te amo», sangrándote en la boca.
Mi eternidad por sólo dos palabras:
susúrralas o cántalas sobre un fondo real,
-agua de manantial sobre los guijos,
saetas que desgarran con su zumbido el aire-
así la realidad hará que sean reales
las palabras que nunca pronunciaste
-¡por qué nunca las pronunciaste!-
y que ultrasuenan en un punto
del tiempo y del espacio
del que tengo que rescatarlas
antes de que me vaya.
Ven a decirme «te amo»;
no me importa que duren tus palabras
lo que la humedad de una lágrima
sobre una seda ajada.
En esa paz reconstruida
-sé que es tan sólo un decorado-, represento
mi papel, es decir, finjo,
porque ya he despertado.
Ya no confundo el canto de la alondra
con el del ruiseñor. Y aquí vivo esperándote
contando días y horas y estaciones.
Y cuando llegues, anunciada
por el sonido de las trompas
de mis fantasmales cazadores,
sé que me reconocerás
por mi corona de oro (a la que han arrancado
sus gemas las urracas ladronas),
por la escudilla de madera que me legó el bufón
en la que robles y arces depositan
su limosna encendida, su diezmo volandero,
el parpadeo del otoño.
Ven pronto, el plazo ya está a punto
de cumplirse. Y no me traigas flores
como si hubiese muerto.
Ven antes de que me hunda
en el torbellino del sueño,
ven a decirme «te amo» y desvanécete en seguida.
Desaparece antes de que te vea
nadando en un licor trémulo y turbio,
como a través de un vidrio esmerilado,
antes de que te diga:
«Yo sé que te he querido mucho,
pero no recuerdo quién eres».
De "Cuaderno de Nueva York" 1998
ll
VIDA
A Paula Romero
Después de todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo
supe que todo no era más que nada.
Grito «¡Todo!», y el eco dice «¡Nada!»
Grito «¡Nada!», y el eco dice «¡Todo!»
Ahora sé que la nada lo era todo.
y todo era ceniza de la nada.
No queda nada de lo que fue nada.
(Era ilusión lo que creía todo
y que, en definitiva, era la nada.)
Qué más da que la nada fuera nada
si más nada será, después de todo,
después de tanto todo para nada.
De "Cuaderno de Nueva York" 1998
A Paula Romero
Después de todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo
supe que todo no era más que nada.
Grito «¡Todo!», y el eco dice «¡Nada!»
Grito «¡Nada!», y el eco dice «¡Todo!»
Ahora sé que la nada lo era todo.
y todo era ceniza de la nada.
No queda nada de lo que fue nada.
(Era ilusión lo que creía todo
y que, en definitiva, era la nada.)
Qué más da que la nada fuera nada
si más nada será, después de todo,
después de tanto todo para nada.
De "Cuaderno de Nueva York" 1998
ll
Tan sólo para terminar dejo aquí un poema mío, que escribí tomando como cita un verso de este último poema de José Hierro y que apareció en una antología en la que participé homenaje a José Hierro: "Trazado con Hierro", Ediciones Vitruvio (Madrid, 2003).
Seguid disfrutando con Hierro, siempre.
ll
DECIR PERFECTO
“Después de nada, o después de todo,
supe que todo no era más que nada.”
(José Hierro)
La tarde
se nutre de mentiras.
Nada está limitado.
La luz,
qué importa sea la de marzo,
–la de este marzo humilde
y de silencio–
esconde en sus entrañas a la noche.
¿Dónde hallar las palabras que me crean?
En esta sombra
declaro la certeza:
Decir perfecto
es decir nada.
(A José Hierro)
“Después de nada, o después de todo,
supe que todo no era más que nada.”
(José Hierro)
La tarde
se nutre de mentiras.
Nada está limitado.
La luz,
qué importa sea la de marzo,
–la de este marzo humilde
y de silencio–
esconde en sus entrañas a la noche.
¿Dónde hallar las palabras que me crean?
En esta sombra
declaro la certeza:
Decir perfecto
es decir nada.
(A José Hierro)
© Javier Díaz Gil
jueves, 8 de marzo de 2007
Ada Salas: la intensidad y la sed.
Ada Salas. Recordad este nombre: Ada Salas.
Nos internamos en un territorio donde habita el dolor y el cuerpo, donde habita la búsqueda de la soledad y del poema, donde habita el tiempo, el azar, la huida, donde habita la muerte y el silencio. Un territorio donde me reconozco.
- De Arte y memoria del inocente:
Ámense
ll
..
Poeta imprescindible. Posee la sabiduría de manejar la intensidad y el silencio, la brevedad, la esencia.
Nació en 1965 en la ciudad de Cáceres, donde estudió Filología Hispánica. Actualmente reside en la comunidad de Madrid ejerciendo como profesora de Educación Secundaria. Arte y memoria del inocente (Univ. de Extremadura, Cáceres 1988) obtuvo el Premio Juan Manuel Rozas. Con Variaciones en blanco (Madrid, Hiperión, 1994) logró el Premio Hiperión ex aequo con Alejandro Céspedes. La sed (1997) y Lugar de la derrota (2003), ambos publicados en la editorial Hiperión, completan su obra poética.
Dice Ada Salas que “un poema interesante, original, musical, incluso “perfecto” no le interesa en absoluto. Todo ello puede conseguirse, tarde o temprano con el “oficio”. Sólo le interesa el poema si contiene un aliento inesperado que acrecienta el conocimiento de sí misma, del hombre, del mundo y de la vida. De hecho, los poetas que más le interesan son aquéllos cuyas obras le parecen estar constituidas por una serie de sonidos vibrantes pulsados en un instrumento invisible, incorpóreo. Oímos el sonido, pero no podemos precisar su procedencia”. Por todo ello reconoce que “así me ocurre con mis poemas: me gustan más aquellos que no entiendo. Aquellos, claro está, que me piden otro tipo de asimilación y de entendimiento, que no es el racional, ni el instintivo, sino una extraña mezcla de percepción que sólo puedo definir como poética; aquella que, queriendo saberlo todo acerca del poema, sólo queda extrañamente satisfecha cuando algo queda velado”.
En la lectura de los libros de Ada Salas habita ese aliento inesperado que acrecienta el conocimiento de nosotros mismos. Nos internamos en un territorio en el que se va adelgazando la palabra, en el que el silencio se hace cada vez más patente, el espacio forma parte del poema: la palabra y el silencio, la luz y la sombra.
Nos internamos en un territorio donde habita el dolor y el cuerpo, donde habita la búsqueda de la soledad y del poema, donde habita el tiempo, el azar, la huida, donde habita la muerte y el silencio. Un territorio donde me reconozco.
Allí está nuestra sed y la sed de Ada por alcanzar la luz, por reconocer la tierra firme, por alcanzar la orilla que nos salve, ella sabe donde hallar los puertos seguros.
La luz nos salva. el amor nos salva, la palabra nos salva.
Permitidme hacer alusión a tres breves poemas de Ada.
La luz nos salva. el amor nos salva, la palabra nos salva.
Permitidme hacer alusión a tres breves poemas de Ada.
- De Arte y memoria del inocente:
..
Cerca
la bruna fiera que la noche abriga.
Ha oscurecido afuera y se avecina
un agudo final como de llama.
Sólo la luz me salva.
..
Cerca
la bruna fiera que la noche abriga.
Ha oscurecido afuera y se avecina
un agudo final como de llama.
Sólo la luz me salva.
..
- De La sed
..
Es propicia la noche. He perdido
mi sangre en el blanco fragor
de los sucesos.
Tengo sólo el aliento
que precisas
la sed
que te precede
imposible palabra.
..
Es propicia la noche. He perdido
mi sangre en el blanco fragor
de los sucesos.
Tengo sólo el aliento
que precisas
la sed
que te precede
imposible palabra.
..
Y quiero completar estos poemas breves con este otro poema de Arte y memoria del inocente
..
He vivido cien siglos con horas semejantes.
he sufrido la ciega soledad del pájaro caído
la cruda languidez de los cielos abiertos.
Amé la lluvia rota en la ciudad antigua
el humo los cristales los astros
desatándose.
Nada me sobra en cambio.
La palabra es el don
que solicito.
He vivido cien siglos con horas semejantes.
he sufrido la ciega soledad del pájaro caído
la cruda languidez de los cielos abiertos.
Amé la lluvia rota en la ciudad antigua
el humo los cristales los astros
desatándose.
Nada me sobra en cambio.
La palabra es el don
que solicito.
..
Tan sólo añadir una característica esencial en Ada Salas, su capacidad de emocionar con la brevedad y la maestría y la sorpresa del verso final.
Gracias Ada, por tu poesía.
Nada más, eso sí, (podría transcribiros tantos poemas de ella que no acabaría este artículo), dos poemas para ejemplificar lo dicho.
Leedla y disfrutad de su poesía.
..
Pon un beso en mi boca.
Ámense
tu silencio y el mío.
..
ll
..
Ya no será la paz
Han besado
Han besado
mis ojos
tu terrible desnudo.
ll
(Pinchando en el siguiente enlace podéis ver un video. Ada Salas recitando poemas de "Lugar de la derrota":
martes, 6 de marzo de 2007
Silvio Rodríguez o la vigencia de la palabra.
El último disco publicado por Silvio Rodríguez, "Érase que se era", está editado en 2006. En él se recogen 25 canciones compuestas por Silvio, alguna de ellas en los años 60 y 70.
La música de Silvio, la palabra poética de Silvio sigue vigente 40 años después de haber sido escrita.
Todo está en Silvio he dicho y debiera decir también que además permanece en el tiempo, aspecto esencial con que debe caracterizarse el texto literario: por su capacidad de transcender el tiempo.
Para muestra de todo ello dejo aquí una de las canciones del disco, escrita en 1969 (38 años cumple en 2007): "Una mujer".
Disfrutadla.
UNA MUJER
(Silvio Rodríguez)
Una mujer, una mujer
una mujer con cristales del mar
viaja dentro de mí
(Silvio Rodríguez)
Una mujer, una mujer
una mujer con cristales del mar
viaja dentro de mí
coloreando mi sangre, borrando el carbón
que ha tapado mi buen corazón
que ha tapado mi buen corazón.
Una mujer, una mujer
una mujer que no es celestial
sobre un potro partió
hacia todos los pueblos que habitan en mí
y ha tenido un camino feliz
y ha tenido un camino feliz.
Pobre de mí, pobre de ti
pobre de todos los que amen así
sobre un potro que vuela ignorando barrancos
tan cercanos que lucen mortajas de blanco.
Pobre de mí, pobre de ti
pobre montura que juega al amor
sobre tantos desastres y canciones sin mango
que ha tapado mi buen corazón
que ha tapado mi buen corazón.
Una mujer, una mujer
una mujer que no es celestial
sobre un potro partió
hacia todos los pueblos que habitan en mí
y ha tenido un camino feliz
y ha tenido un camino feliz.
Pobre de mí, pobre de ti
pobre de todos los que amen así
sobre un potro que vuela ignorando barrancos
tan cercanos que lucen mortajas de blanco.
Pobre de mí, pobre de ti
pobre montura que juega al amor
sobre tantos desastres y canciones sin mango
sobre tanta cansada emoción que dejaste.
Una mujer, una mujer
una mujer no esperada por mí
cabalgando llegó
a clavar en mi tierra su nombre y canción
y a soltar bajo fianza el amor
y a soltar bajo fianza el amor.
(1969)
Una mujer, una mujer
una mujer no esperada por mí
cabalgando llegó
a clavar en mi tierra su nombre y canción
y a soltar bajo fianza el amor
y a soltar bajo fianza el amor.
(1969)
jueves, 1 de marzo de 2007
Dos poemas de Javier Díaz Gil para empezar marzo
1 de marzo.
Podría parecer el arranque de un diario, pero no es mi pretensión. Es tan sólo el apunte de que el tiempo pasa, que hay poemas que siguen naciendo, algunos de ellos desde el fuego, otros desde el miedo.
Dejo aquí estos dos poemas que escribí en estos días con los que quiero iniciar este mes de marzo:
ENCIENDO UNA HOGUERA...
Enciendo una hoguera
en el límite
de tus labios,
en donde acaba el frío.
Hay mañanas
de ascensores detenidos,
estaciones de tren
donde sentarse a esperar,
abrazos poblando
los andenes.
El fuego guía mi camino,
la proa de mi barco
tiene herida su piel,
(la proa de mi barco
contra las rocas).
© Javier Díaz Gil. 2007
---------------------------------------------
CÓMO HUIR DE LA RUTINA...
Cómo huir de la rutina,
destruir la rueda
que hace girar el mundo,
alejarse sin miedo
del aire respirado tantas veces.
La piel que te protege
amenaza con estallar.
Un rostro emerge
abriéndose paso
desde tu rostro.
Guarda dentro
de sus ojos cerrados
el más hondo dolor de los espejos.
© Javier Díaz Gil. 2007
Podría parecer el arranque de un diario, pero no es mi pretensión. Es tan sólo el apunte de que el tiempo pasa, que hay poemas que siguen naciendo, algunos de ellos desde el fuego, otros desde el miedo.
Dejo aquí estos dos poemas que escribí en estos días con los que quiero iniciar este mes de marzo:
ENCIENDO UNA HOGUERA...
Enciendo una hoguera
en el límite
de tus labios,
en donde acaba el frío.
Hay mañanas
de ascensores detenidos,
estaciones de tren
donde sentarse a esperar,
abrazos poblando
los andenes.
El fuego guía mi camino,
la proa de mi barco
tiene herida su piel,
(la proa de mi barco
contra las rocas).
© Javier Díaz Gil. 2007
---------------------------------------------
CÓMO HUIR DE LA RUTINA...
Cómo huir de la rutina,
destruir la rueda
que hace girar el mundo,
alejarse sin miedo
del aire respirado tantas veces.
La piel que te protege
amenaza con estallar.
Un rostro emerge
abriéndose paso
desde tu rostro.
Guarda dentro
de sus ojos cerrados
el más hondo dolor de los espejos.
© Javier Díaz Gil. 2007
Suscribirse a:
Entradas (Atom)