De izquierda a derecha: Sebastián Galán, Amelia Peco, Emilio Porta, Juan Antonio Arroyo y Javier Díaz Gil. Foto cedida por Juan Antonio Arroyo |
Presentación de "Huellas de dinosaurio"
Ayer, jueves, 25 de enero de 2018, tuvo lugar la presentación en la Asociación de Escritores y Artistas Españoles del poemario "Huellas de dinosaurio" de Juan Antonio Arroyo, con ilustraciones de Amelia Peco.
Tras las palabras preliminares de Emilio Porta, coordinador del acto, escritor y Vicesecretario de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles, intervine para presentar el libro.
Tras desgranar al lector las claves del texto, el poeta Sebastián Galán habló en representación del prologuista, el también poeta Pedro Letai. Después se sucedió la lectura de poemas por parte de los participantes en la mesa y los comentarios sobre la obra gráfica de Amelia Peco que trajo alguna de las obras incluidas en el libro y que se expusieron durante el acto. Fue, sin duda, una velada entrañable.
Como tengo costumbre, publico aquí en mi blog el contenido de mi presentación.
Espero que os sirva para conocer un poco más este libro y a sus autores.
Presentación “Huellas de dinosaurio”
Juan Antonio Arroyo /Amelia Peco
AEAE. C/ Leganitos. 10
Jueves, 25 de enero 2018. 19.30 h
“La poesía es el arte temporal por excelencia. Pero además puede -y debe- tener cierta construcción, como la arquitectura; bulto, como la escultura; color, como la pintura; ritmo, como la música; contar algo, como la narrativa... en la poesía se funden las artes del tiempo y del espacio. Y también hay una influencia al contrario, claro; hay esculturas que son pura música, cuadros que son poemas hechos sin palabras…”
Recupero estas palabras del poeta José Hierro en una entrevista de Martín López Vega publicada en El Cultural el 21/03/2001 porque podría definir perfectamente la obra que hoy presentamos. Estas “Huellas de dinosaurio” es la suma de dos miradas poéticas: la de Juan Antonio Arroyo, autor de los poemas, el arte temporal por excelencia, y la de Amelia Peco, autora de los cuadros. Aunque Amelia nos advierta en su introducción al libro: “no soy pintora, me considero “colorista-simbólica, expreso en colores las visiones de mi mundo interno”.
Así, las artes del tiempo y del espacio -la poesía, la pintura- dialogan en este libro y se sustentan la una en la otra ofreciendo al lector un viaje temporal desde la primigenia huella de dinosaurio, -de dónde venimos-, a la mirada de la madurez con la que se cierra el libro.
Compartiendo simbología ambos autores -la luz, el agua, las estaciones del año… - la emoción se alía con la razón para, poema a poema, plantear una idea ambiciosa: mostrarnos la evolución del mundo en paralelo con el desarrollo psicológico del individuo. El nacimiento se produce en soledad pero el crecimiento, no puede ser de otro modo, sucede dentro del grupo, de la sociedad.
Juan Antonio Arroyo, Madrid 1949, ha dedicado su vida profesional a la educación como maestro y psicólogo. Así, en esta su primera obra publicada, ha querido plasmar el trabajo poético de los últimos diez años con esa visión, dividiendo el libro de acuerdo a las cinco fases del crecimiento vital que marca la psicología evolutiva. Además de los primeros poemas a modo de introducción titulado “las huellas de dinosaurio”, el poeta mira y nos ofrece el mundo desde cinco momentos: infantil, niñez, adolescencia, juventud-adulto, y la madurez.
Juan Antonio Arroyo se especializó en Psicología Clínica, que ejerció durante algunos años de su carrera. Su formación continua se centra en los desarrollos de la estructura en los grupos humanos de base psicoanalítica. En el ámbito literario es autor de poesía pero también ha escrito teatro y tiene una novela inédita. Participa en distintas Tertulias madrileñas como el Aula de Encuentros del Círculo de Bellas Artes, la Tertulia “Rascamán” o la de relato “Luis Cañadas”. En el año 2010 obtuvo el Premio de Poesía del Círculo de Bellas Artes de Madrid y ha sido finalista del Soledad Escassi. Su obra aparece publicada en distintas revistas y forma parte, también Amelia Peco, de la antología de autores de la Tertulia Rascamán, publicada por Poeta de Cabra en 2016.
Amelia Peco es multidisciplinar. Esta cacereña de Madrigalejo, además de pintar, es poeta, novelista, autora de guiones, conferenciante… Ha publicado dos poemarios: Canto a Lilith (2010) y Para el Amor y el Fuego (2014). Es participante habitual también de distintas Tertulias madrileñas, ente ellas la Tertulia Rascamán. Algunos poemas suyos están incluidos en diferentes antologías poéticas, dentro y fuera de su país.
Dos autores, pues con una experiencia profesional y literaria amplia. La poesía, la pintura no pueden sino ser reflejo de la propia vida.
Se hablará más adelante de la obra plástica y aunque la citaré también me ceñiré algo más en mi presentación a los poemas de Juan Antonio Arroyo.
Sustentada en estructuras clásicas: sonetos o la silva libre impar, Juan Antonio Arroyo teje su poesía con diestra mano y maneja lo simbólico para que el lector entre en el libro y transite por él descubriendo y compartiendo su mirada.
El dinosaurio es la primera metáfora, el primer símbolo. Sus huellas son la permanencia de la memoria: “Mi memoria se pierde en oquedades / y viajo en dirección a las estrellas”, nos dice en el poema “Dinosaurios” que abre el libro. Los huesos primigenios ríen, siguen vivos, se empeñan en lo eterno. Es el amor un hilo conductor del libro. El amor en el origen de la vida, el amor que la sustenta y le da sentido. Y es también el motor que hace al individuo formar parte del grupo. El fuego, la pintura, el neolítico, el nacimiento de la escritura, la palabra, las primeras sociedades no escapan a la atención del poeta en estos poemas introductorios.
Esa complicidad de poesía y pintura, de Juan Antonio y Amelia se plasman en el poema “Altamira” que el poeta dedica a la pintora.
Las pinturas están elegidas y colocadas en el libro premeditadamente, acompañando a la palabra. No es casual que la imagen que cierra esta primera parte se titule “La salida”, representando la salida de la cueva, iniciando el viaje evolutivo del individuo con “Las huellas de la infancia”.
Si el dinosaurio sirvió de metáfora en la primera parte, aquí es la flor el símbolo de la infancia. La infancia es también el tiempo detenido: “Se detuvo / todo el tiempo / un instante…”. Los poemas infantiles a veces parecen cuentos y junto a la flor, la imagen del agua (presente en el libro están los ecos de Jorge Manrique) es principio de viaje. Un viaje que ya nos anunciaba en la introducción, “viaja en dirección a las estrellas”. El signo de la evolución.
El homenaje a la maestra o los poemas dedicados a sus nietos buscan detener el instante, crear recuerdos, hacer de la infancia poesía. La flor, la mariposa, lo efímero son los temas de Amelia Peco que ilustran la palabra en la infancia
.“Las huellas de la niñez”. ¿Qué identifica el paso de la infancia a la niñez en los poemas de Juan Antonio Arroyo? Yo respondería que en la presencia del dolor. El poema que abre esta parte, “Niño fracturado”, incluye versos tan rotundos como este endecasílabo: “romper los pedernales del silencio”.
Hay forma de curar ese dolor. Lo veréis en el poema “Órgano del mar”, que luego leerá el autor. La infancia es dolor y guerra. Pero es posible superarlo: el agua, la música, la caricia pueden conducir a la felicidad. El juego es ahora descubrimiento del mundo.
Cierra el poeta esta parte con “Tres huellas de la niñez en Madrid”. Tres momentos de dolor, tres huellas que hacen biografía: el golpe de estado de Tejero y el drama del aceite de colza en el 81, y los atentados de Atocha en 2004. “tal vez los niños sueñen / con un nuevo futuro”, dice en el último poema de esta sección. En los niños está la esperanza… ¿y el olvido?
La poesía, os decía antes, es reflejo de la propia vida.
El paso a las “Huellas de la adolescencia” viene marcado por el primer amor. Paso de la oscuridad a la luz. El túnel ahora como metáfora: “La luz final del túnel ya se acerca”. El amor, el mar, el agua simbólica de nuevo como signo de evolución, pero también, cómo no, el sexo. El descubrimiento del sexo marca la adolescencia. ”Hallé el fuego en mis ojos”, dice el autor en el poema “Trayectorias”. Y hay también una primera premonición del paso del tiempo y de la necesidad de crear recuerdos donde refugiarse: “Entre las caracolas / cuando llegue el invierno / recordaré al pintor / oyendo su cadencia,” nos dice en “Sombrillas de Sorolla”.
El río, el lago, el agua en los cuadros de Amelia ilustran la adolescencia, el adolescente tiene “prisa de río”. “Querernos es un río permanente” dice Juan Antonio en “Amor adolescente”
Pero la adolescencia es un camino sinuoso lleno de engaños. En “Pretenden engañarte” nos dirá: “En contra de mensajes / tú piensas en esferas diferentes / y hay mundos naturales y latidos / que nacen sin engaños.”
“Fuego en el aire” es aquí una de las ilustraciones de Amelia Peco. Predomina el rojo intenso: el fuego, la pasión, el sexo adolescente.
La adolescencia es rebeldía. En el soneto “Construyo mi destino” encontramos este acertadísimo verso: “y al no querer trazar la senda loca / pinté enseguida un punto en una raya.”
Siguiendo viaje llegamos a la estación de las “Huellas de juventud y vida adulta”.
Los poemas se vuelven más reflexivos, profundos, incluso metafísicos. En “Renacer” leemos: “¿adónde voy y vengo en mi camino…? / todo llega a lo eterno, hasta la muerte.”
Momento de reflexionar sobre la belleza, el arte, lo que permanece. Momento de mirar a la mujer desde la serenidad que va dando la edad y la conciencia del paso del tiempo, la necesidad del autor de retenerlo en un poema. Y es el tiempo de recordar la infancia desde la madurez: “Los recuerdos guardados en el arca” y de observar y denunciar la injusticia. Reflexionar, ser, sentirse parte del grupo. En “Jardín de las Delicias” leemos: “…todo en grupo se madura / que el infierno y el cielo aquí se empieza.”
“Huellas de la edad madura”, es la mirada puesta en la conciencia, en la toma de posición moral, de posición vital. Ejemplos hay de poemas en este apartado contra el maltrato y la violencia de género y los cuadros de Amelia Peco empiezan aquí a mostrar imágenes del ocaso. Y el símbolo del otoño puebla los versos de Juan Antonio Arroyo. Pero no os engañéis, no es tiempo de derrota. El poema “Frutos de otoño” lo dice claro: “Las hojas ya se mueren sin asirse… / … Las vides… / preñadas con sus frutos nos esperan.”
En la madurez te acompañan los recuerdos. Y aprovecha el poeta para homenajear a poetas compañeros de Tertulia como Aureliano Cañadas en el poema “Tiempo atrapado”. Un guiño a Harold Lloyd colgado de las manecillas del reloj: el paso del tiempo. Y no deja de lado en este último apartado la importancia de las huellas que los que mueren han dejado en nosotros.
Cierra el libro un excelente poema: “Espacio y tiempo”. Cierre de ciclo vital.
Acabo pero me detendré un momento para reflexionar que por todo lo que estamos observando no parece sencillo abarcar el mundo. Parece arriesgado hacer un libro de poemas que muestre la evolución del individuo psicológica y grupalmente. Pero Juan Antonio lo hace sencillo, utilizando imágenes y símbolos como dije al principio. Apoyándose en personajes históricos: Sorolla, Peer Gynt, Lennon, El Bosco, Harold Lloyd, Mandela…
Apoyándose en el diálogo entre la pintura y la poesía.
Apoyándose, en definitiva, en la mirada, en la complicidad de los lectores.
Enhorabuena, Amelia, Juan Antonio por estas “Huellas de dinosaurio”.
Javier Díaz Gil
25 de enero de 2018
Algunos momentos de la presentación:
(Fotos cedidas por Juan Antonio Arroyo)