Ayer día 13 fiunalizó la muestra de Fotografía de Azucena Pintor.
Quiero recoger aquí lo que la Diputación de Badajoz ha publicado en su web en donde se recogen las palabras de la artista.
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El singular femenino de la encina
03-07-09. La muesta “Guardianas del secreto” podrá visitarse en la sala “Vaquero Poblador” hasta el próximo día 13
La sala de exposiciones temporales “Vaquero Poblador” de la Diputación de Badajoz ha inaugurado esta mañana una muestra sobre fotografías de Azucena Pintor bajo el título “Guardianas del secreto” que podrá visitarse hasta el próximo día 13. Han acompañado a la autora en la apertura del acto la diputada-delegada del Área de Cultura, Inmaculada Bonilla, su director, Francisco Muñoz, y la responsable de la sala, Lourdes Román.
“Hay quienes, a fuerza de cercanía, ven cómo se diluyen sus orígenes. Otros, en cambio, los acrecientan desde la distancia. Éste es el caso de Azucena Pintor, una extremeña de origen que guarda en su memoria lo mejor de nuestra tierra y de nuestros símbolos. Su padre era natural de Villafranca, aunque relacionado estrechamente con Retamal de Llerena. Ella, de Madrid, ha realizado pequeñas catas en Badajoz y participado en el concurso de Poesía Experimental que convoca el Área de Cultura de la Diputación, a través de su Departamento de Publicaciones”. Los datos, aportados por Bonilla a modo de introducción sobre la artista, descifran el leit-motiv de Pintor en la realización de varias series sobre la encina que conforman la muestra.
“Guardianas del Secreto” es una exposición de fotografías que tienen en el encinar la base mítica sobre la que explorar la propia vida. Tal como destacó la diputada provincial “son imágenes buscadas o encontradas, espejo en el que indagar la biografía propia, pues como dice la autora, la encina le sirve para tomar conciencia de un estado de la memoria a veces aletargado, que puede despertar bruscamente, abriéndose”.
Dividida en varias series elaboradas en blanco y negro y color, la exposición, compuesta por 30 fotografías, reflejan el alter ego de la fotógrafa como “metamorfosis propia canalizada a través de imégenes buscadas o encontradas, gestos contundentes que informan de una realidad regeneradora, un espacio poético de evocación a través de imágenes seriadas, una atmósfera íntima, un cuerpo dentro de la naturaleza que acepta la vida como un todo orgánico”. Así lo contempla Azucena y así se traduce en la observación de las obras repletas de connotaciones femeninas, de heridas en el tronco del árbol y oquedades que semejan vulvas. Como la tierra madre. Como homenaje a Extremadura. Encinas secas o repletas de vida, reflejos en el agua, secuencias del tiempo que la autora quiere también reivindicar como una llamada a la conservación de los encinares que alfombran la región.
Dice Pintor que por vivir en Madrid añora las encinas de la tierra de sus padres, que lleva tres años trabajando en el proyecto, aún abierto, y que el resultado es el reflejo de sus propias sensaciones. Por eso, Pintor, a modo de catarsis, ha buscado en la encina su propia metamorfosis, su purificación interior.
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