Decía Freud que el hombre se ve atenazado por dos grandes fuerzas instintivas y opuestas, a las que dio el nombre de dos dioses griegos: Eros y Thanatos. La primera simbolizaba la fuerza de Vida, el deseo, la atracción, la creación. Enfrente se encontraría irremediablemente de cara a Thanatos, o el instinto de muerte, de autodestrucción, de repulsión. Y así, navegando entre uno y otro tendría que encontrar el hombre su camino, eternamente a la deriva entre la Vida y la Muerte.
Y la Vida y la Muerte, Eros y Thanatos no dejan de ser caras de la misma moneda, dos fuerzas capaces de cambiar la vida, de provocar seismos. Dos fuerzas que no podemos controlar. La muerte y el amor infinitos.
Tan distintas, la lucha constante de una contra la otra y tan iguales.
En la mitología griega, Eros (en griego antiguo Ἔρως, ‘amor’) era el dios responsable de la lujuria, el amor y el sexo, y era también venerado como un dios de la fertilidad.
En el arte, se suele representar a Eros como un niño o infante desnudo alado (aunque esta percepción está más relacionado con el Cupido romano: para los griegos era un hombre joven o un adolescente), con un arco y un carcaj en el que llevaba dos clases de flechas: unas doradas con plumas de paloma que provocaban un amor instantáneo, y otras de plomo con plumas de búho que provocaban la indiferencia.
Thanatos (en griego Θάνατος Thánatos, ‘muerte’) era la personificación de la muerte no violenta. Su toque era suave, como el de su hermano gemelo Hipnos, el sueño. La muerte violenta era el dominio de sus hermanas amantes de la sangre, las Keres, asiduas al campo de batalla.
En el arte, Thanatos era representado como un hombre joven con barba llevando una mariposa (símbolo del alma), una corona o una antorcha invertida en sus manos. A veces tiene dos alas y una espada sujeta a su cinturón.
Y esta lucha de Eros y Thanatos es un tema recurrente en la poesía. Dejo aquí, para terminar, dos ejemplos de dos poetas para los que el amor vence a la muerte. El conocido soneto de Quevedo "Amor constante más allá de la muerte" y el poema de Ángel González "Inmortalidad de la nada".
Disfrutad de su lectura.
Cerrar podrá mis ojos la postrera
Sombra que me llevare el blanco día,
Y podrá desatar esta alma mía
Hora a su afán ansioso lisonjera;
Mas no, de esotra parte, en la ribera,
Dejará la memoria, en donde ardía:
Nadar sabe mi llama el agua fría,
Y perder el respeto a ley severa.
Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
Venas que humor a tanto fuego han dado,
Médulas que han gloriosamente ardido:
Su cuerpo dejará no su cuidado;
Serán ceniza, mas tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado.
FRANCISCO DE QUEVEDO (1580-1645)
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INMORTALIDAD DE LA NADA
no será nunca gesta de gusanos.
Los despojos del mar roen apenas
los ojos que jamás
—porque te vieron—,
jamás
se comerá la tierra al fin del todo.
Yo he devorado tú
me has devorado
en un único incendio.
Abandona cuidados:
lo que ha ardido
ya nada tiene que temer del tiempo.
(ANGEL GONZALEZ)
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