miércoles, 4 de julio de 2007

Esther Giménez, la capacidad de emocionar.


Mi querida Esther Giménenez, tenía que estar hace ya tiempo entre mis poetas necesarios, por dos motivos, primero por lo grande que es como poeta y segundo por lo grande que es también como amiga.
Esta poeta española, nació en la Villa de Vallecas, Madrid, en 1979. Aunque ha estudiado varios semestres de Biología está finalizando en la actualidad la carrera de Filología. A pesar de su juventud se observa en su poesía un sorprendente dominio de las formas, hecho que destacó el jurado que le concedió el XV Premio de la poesía Hiperión. Se publicó así su libro «Mar de Pafos» en el año 2000, que se caracteriza por una concepción irónica y contemporánea del amor y la sensualidad.
Ha publicado también el poemario "Epitafios" (Cuadernos del Vigía, Granada-2001) además de haber sido incluida en infinidad de antologías.
Esther, que se inició escribiendo poesía siguiendo las reglas de la métrica (sonetos, décimas, sextinas... ) experimenta ahora con el verso libre con igual maestría.
Pero Esther tiene un secreto, porque sabe lo que importa. Puedes dominar la técnica o el verso libre, pero debajo (o por encima de todo ello) debes ser capaz de transmitir la emoción. Y Esther Giménez lo consigue.
La poesía de Esther es un lugar habitable.
Gracias Esther.
Comparto aquí sus poemas. Espero, como siempre, que consiga transmitiros´la cuirosidad por seguir leyéndola.
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FIN DE CURSO

Se sabe del amor por la querella
entre lo que has ganado y has perdido;
esa lucha ampulosa del sentido
contra la dependencia que lo sella.

Quizás en la tendencia a dejar huella
para que nadie más caliente el nido
o en el reír perverso, enloquecido,
tocando el centro exacto de una estrella.

Es la butaca incómoda de un cine:
la mente más curiosa y transitoria
se sienta por que el fin no se termine.

En el beso final, la vasta Historia.
Ese breve esplendor que nos define
la intemporalidad de la memoria.
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CHAGRIN D' AMOUR

No hay estrellas fugaces ni horizontes.
La tierra inmóvil ve cómo el Sol muere
olvidando marcar días y noches.
La Luna es una cara oscura. Duerme.

Después de primaveras no hay veranos.
Mayo es glacial y abate la turgencia
tallando un verde intrínseco y ajado.
Los aromas, antígenos de alergia.

Todo es lo que parece. Nada existe.
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HALLAR AL FIN

Mirarte a ti a los ojos más atenta.
Perderse en línea recta en la que busco.
Sólo encontrar la puerta tras la puerta,
espejo en el espejo más minúsculo.

El Aire, el Agua, el Fuego, solo estrella.
El Big Bang de moléculas del Mundo.
Responderse "verdad " por si se acierta
y no acertar. Volverse a un mismo punto.

Leerte a ti en los ojos un poema.
Buscarte donde estás, cavar la justo,
descifrar los estratos de La Tierra
y no acertar. Volverse eterno alumno.

Azar. Hallar al fin. Mirarte dentro:
certeza de que no hay Quinto Elemento.
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Y no quiero terminar sin dejaros aquí un ejemplo de una sextina escrita por Esther Giménez (tan complicada de construir) que al leerla nos da la sensación de sencillez, de fluidez, de emoción.
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LA RENAISSANCE MARINE

Desde el primer momento en que tus ojos
miraron, todo tú, recién nacido,
ya te asombró la parte de la sombra.
Ya la supiste límite y sus haces
fluyeron hacia ti en su esencia misma
como, criba de luz, los quiere El Mar.

Dices que ves tan claro bajo el mar...
Que azules son allí todos los ojos
-el pulso azul también- y que una misma
canción suena al morir y al ser nacido:
ese canon de luz con el que tú haces
el pianísimo ciclo hacia la sombra.

Pero tú sabes bien que eres de sombra
e inventas fosas nuevas en tu mar.
Tan pronto son de añil cuando las haces
como les das la luz con nuevos ojos
-niño, ¿quién te contó cómo ha nacido
o cómo nacerá otra vez la misma?

No temas que en la copia de sí misma
también habrá un lugar para tu sombra.
Donde la luz del verso aún no nacido
la cuides en su cáscara de mar,
la curioseen sagaz tus térreos ojos,
la pintes sin salirte de sus haces.

¿Me dejas ayudarte a pintar haces?
Los hay color de luz, de vida misma,
diamantes que se incrustan en los ojos,
carbones que forjó la vieja sombra,
¡y mira el rayo aquel de Sol y Mar
que al Mundo en el albor le fue nacido!

Aprendes de la luz en que has nacido
y su nombre le das a cuanto haces.
Pero ya caes cansado. De alta mar
fluyes despacio ya porque yo misma
te dé un beso y te arrope con tu sombra.
Te velaré, mi amor, aunque tus ojos,

tus ojos, niño nada más nacido,
ya dan a luz la sombra entre mis haces,
sueñan mi misma vuelta al mismo mar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Querido Javier,
me has descubierto a Goytisolo, ¿te puedes creer que nunca había leído nada? Me entusiasma el ritmo de sus poemas... Te hace caer, precipitarte...

Esther G.