lunes, 18 de junio de 2007

Claudio Rodríguez, el don de la ebriedad.

En este blog he ido dejando testimonio de mi admiración por los poetas españoles de la Generación del 50, hablé de Ángel González y de Jaime Gil de Biedma y hablaré de muchos de ellos muy pronto pues me parecen imprescindibles. Pero ahora quiero recordar especialmente a Claudio Rodríguez.
Claudio Rodríguez ganó con apenas 19 años uno de los premios más importantes en España, el premio Adonais. Y a pesar de su corta producción, es uno de los poetas de mayor influencia y hondura en las generaciones siguientes.
Con el tiempo él llegó a ser parte del jurado del premio Adonais. En aquella época, cuando yo le conocí, me había presentado a ese mismo premio. Ese premio no lo gané y aunque después sí que gané algún otro, recuerdo las palabras que me dijo y que siempre repito: "Los premios son una lotería, lo importante es haber llegado a estar entre los finalistas, el ser elegido como premiado depende de muchas otras cosas y circunstancias que hacen elegir un libro u otro. Pero más importante que ganar un premio es tener la ilusión y las ganas de seguir escribiendo poesía."
Entonces le ví alejarse, dejando atrás el edificio de la Casa de América de Madrid, donde se acababa de leer el fallo del jurado de ese año, camino de su casa, con mi convencimiento de saber que Claudio Rodríguez era un poeta sabio.
La poesía que defendía Claudio como fuente de conocimiento, la contemplación, el deslumbramiento de cuanto nos rodea como fuente de sabiduría.

Os invito a conocer a Claudio Rodríguez en este breve reseña biográfica:

Biografía de Claudio Rodríguez

Nace en Zamora el 30 de enero de 1934. Estudia el bachillerato en el Instituto Claudio Moyano y, en 1951, se traslada a Madrid para estudiar Filología Románica. En 1948, escribe sus primeros poemas y publica Nana de la Virgen María en el Correo de Zamora, en 1949. A los 18 años gana el premio Adonais por Don de la ebriedad, libro que impresiona a Vicente Aleixandre con el que mantendrá una amistad profunda.

En 1958, publica Conjuros y, con la ayuda de Dámaso Alonso y Vicente Aleixandre, viaja a Inglaterra, donde trabaja como lector de español hasta 1964, en las Universidades de Nottingham y Cambridge. Descubre a los románticos ingleses sobre todo William Wordsworth y Dylan Thomas, que influirán en su poética. En Inglaterra escribe Alianza y condena, Premio de la Crítica 1965.
En 1963, se publica Poesía última, antología de Francisco Ribes que incluye poemas de Claudio Rodríguez, Ángel González, José Ángel Valente y Carlos Sahagún entre otros.
Vuelve a España y se dedica a la docencia universitaria. En 1976, publica su cuarto poemario El vuelo de la celebración.
Recibe el Premio Nacional de Poesía en 1983 por Desde mis poemas, recopilación de sus cuatro primeros libros. En 1991 publica su último libro de poemas, Casi una leyenda. Ingresa en la Real Academia Española de la Lengua en 1987 en sustitución de Gerardo Diego. Premio Príncipe de Asturias y Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 1993.
Fallece en Madrid en 1999.
Dijo Claudio Rodríguez de su poesía:
“Toda poesía es un testimonio vital, y puede que en la mía haya una confesión, pero no se trata de una poesía biográfica, de lo que he hecho ayer o lo que hago ahora. Es el propio vivir, el latido humano el que tiene que estar dentro de los poemas."
No quiero terminar sin dejaros aquí algunos poemas y un par de sorpresas:

Uno de mis poemas favoritos de Claudio Rodríguez es este "Ajeno" de su libro "Alianza y condena" (1965):

AJENO

Largo se le hace el día a quien no ama
y él lo sabe. Y él oye ese tañido
corto y duro del cuerpo, su cascada
canción, siempre sonando a lejanía.
Cierra su puerta y queda bien cerrada;
sale y, por un momento, sus rodillas
se le van hacia el suelo. Pero el alba,
con peligrosa generosidad,
le refresca y le yergue. Está muy clara
su calle, y la pasea con pie oscuro,
y cojea en seguida porque anda
sólo con su fatiga. Y dice aire:
palabras muertas con su boca viva.
Prisionero por no querer, abraza
su propia soledad. Y está seguro,
más seguro que nadie porque nada
poseerá; y él bien sabe que nunca
vivirá aquí, en la tierra. A quien no ama,
¿cómo podemos conocer o cómo
perdonar? Día largo y aún más larga
la noche. Mentirá al sacar la llave.
Entrará. Y nunca habitará su casa.

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A quien no ama, ¿cómo podemos conocer o cómo perdonar?... maravillosos versos.

Podéis escuchar la voz del poeta recitando este poema (esta era una de las sorpresas) pinchando en este enlace:

http://www.epdlp.com/ram/rodriguez.ram

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Y para cerrar, este poema que pudiera ser una despedida del poeta o una revelación:

SECRETA

Tú no sabías que la muerte es bella

y que se hizo en tu cuerpo. No sabías

que la familia, calles generosas,

eran mentira.

Pero no aquella lluvia de la infancia,

y no el sabor de la desilusión,

la sábana sin sombra y la caricia

desconocida.

Que la luz nunca olvida y no perdona,

más peligrosa con tu claridad

tan inocente que lo dice todo:

revelación.

Y ya no puedo ni vivir tu vida,

y ya no puedo ni vivir mi vida

con las manos abiertas esta tarde

maldita y clara.

Ahora se salva lo que se ha perdido

con sacrificio del amor, incesto

del cielo, y con dolor, remordimiento,

gracia serena.

¿Y si la primavera es verdadera?

Ya no sé qué decir. Me voy alegre.

Tú no sabías que la muerte es bella,

triste doncella.

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La segunda de las sorpresas es este mismo poema que he encontrado traducido al portugués y que suena tan dulce. Lo tomo prestado de:

http://islakokotero.blogsome.com/2007/03/22/secreta-un-poema-de-claudio-rodriguez-en-portugues/

SECRETA

Não sabias que a morte é bela

e que se fez no teu corpo. Não sabias

que a familia, ruas generosas,

eram mentira.

Mas não aquela chuva da infancia,

e não o sabor da desilusão,

o lençol sem sombra e a carícia

desconhecida.

Que a luz nunca esquece e não perdoa,

mais perigosa com a tua claridade

tão inocente que diz tudo:

revelação.

E já nem posso sequer viver a tua vida,

e já nem posso sequer viver a minha vida

com as mãos abertas nesta tarde

maldita e clara.

Agora salva-se o que foi perdido

com sacrificio do amor, incesto

do céu, e com dor, remorso,

graça serena.

E se a Primavera é verdadeira?

Já não sei que dizer. Vou-me alegre.

Tu não sabias que a morte é bela,

triste donzela.

(Traducido por Carlos Leite para la revista Hablar/Falar de Poesía)
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Si queréis saber más sobre Claudio Rodriguez os invito a leer el artículo de Luis García Jambrina pinchando en el siguiente enlace de la revista Archipiélago:

http://www.archipielago-ed.com/63/jambrina.html

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