domingo, 13 de mayo de 2007

La princesa, el león y el delfín (poema de Javier Díaz Gil)

Los posos del café

Durante la primera semana de mayo he estado viajando por Turquía, un país que merece la pena visitar y que no te dejará indiferente. Al menos, eso es lo que a mí me ha sucedido. Además me ha servido para regresar cargado de nuevos poemas que he escrito allí.
La lectura de los posos del café viene de antiguo, según alguna página web que he consultado nos cuentan que:

Aunque la tradición de la cafeomancia se la adjudica a los franceses del siglo XVII, según parece, la costumbre de escudriñar lo que podía marcar un tazón que había contenido café es bastante más antigua. Posiblemente debemos remontarnos a un origen indeterminado en el continente africano y también en el asiático.

Desde allí, los viajeros y comerciantes europeos lo exportaron a otros países, aunque la primera obra conocida que aborda el tema, corresponde a un adivino florentino, Tomás Tamponelli. Él fue quien redactó un sencillo manual de cafeomancia allá por el siglo XVII. También sabemos que las cortes de los zares de Rusia, y los caravasares (albergues en los que descansaban las caravanas) eran lugares donde la práctica de la cafeomancia. Se trataba de una buena excusa para pasar un rato agradable y desvelar el futuro.

Hay quien ubica también los inicios de este arte en la antigua China, donde se observaba el futuro en el interior de las campanas (las tazas de te chinas dadas la vuelta parecen pequeñas campanas, y así se acabaron asociando los restos de te con la lectura posterior de cualquier bebida, por ejemplo, el café o el vino, en el caso de los romanos).

En la foto que yo mismo hice y que encabeza esta entrada, podéis ver un dibujo dejado por los posos de un café turco que tomé allí. Imagino que cada uno podrá interpretar cosas distintas pero yo ví inmediatamente una princesa, un león y un delfín.

Esas figuras me sugirieron un poema. El que aquí os transcribo. Espero que os guste.

....

Cuéntame un cuento
que acabe bien,
un cuento que regrese al agua.
Un cuento de princesas
y leones
que saben de lucha
y de tristeza.
Un cuento que acabe
-para poder dormir-
con delfines que saltan
sobre la blanca espuma
de las olas.
02/05/07
© Javier Díaz Gil

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