viernes, 17 de mayo de 2024

16/05/2024: Texto de mi presentación de "Blanco roto", de Amelia Serraller

Antonino Nieto, Amelia Serraller y Javier Díaz Gil 



Ayer, jueves, 16 de mayo de 2024, presentamos en Madrid, en el Centro de Arte Moderno el primer poemario de Amelia Serraller Calvo, "Blanco roto".  Tras la intervención de Marco, el editor de La tortuga búlgara, tomé la palabra para leer el texto que escribí para el prólogo del libro y que sirvió para acercarnos al poemario y a la poética de Amelia. Después la perfopoesía de Antonino Nieto ofreció el punto de celebración y divertimento que dio paso a las palabras de Amelia Serraller que nos habló de la poesía eslava, la pintura y su influencia en su propia obra.

Os animo a conocer la poesía de Amelia Serraller a través del texto de mi presentación que aquí os dejo. Enhorabuena, Amelia. Fue una tarde gozosa de poesía y encuentro. 


LA SUTIL INUTILIDAD


Blanco roto es el primer poemario publicado por Amelia Serraller Calvo. El juego del símbolo y la polisemia están marcando su primer libro. Blanco roto nos alude a la idea de ruptura y al blanco como pureza. Hay una pérdida de la inocencia en estos poemas. Hay cierto tono elegíaco, una pérdida latente que utiliza el lenguaje poético para explicar el mundo. Pero blanco roto tiene también la acepción del color. En algún sitio lo veo definido como un blanco puro que contiene tonalidades grises y beige. Eso es quizá también la vida. Y en esos tonos es donde pone su mirada la poesía. La vida no es blanco o negro, la vida son esas tonalidades de grises que esconde. Y leo que el blanco roto es color que transmite serenidad y elegancia y que simboliza también la celebración. Es, entre otras cosas, el color de los trajes de novia… Por eso, Amelia, en el poema que da título al libro nos anuncia:


Es la euforia de un día

en blanco roto.

Un, dos, tres ¡fuego!


Aquí está la celebración, el entusiasmo, la alegría como un disparo. Un disparo que nos lanza Amelia Serraller, el disparo de una voz que se reconoce poeta y que se alza en el primer poema del libro lanzando una pregunta en nombre de los poetas:


¿Y si solo servimos

para soñar

en este agotador

baile en la nada?


Cuando el poema que abre el libro se titula Sutil inutilidad se está reivindicando la necesidad de la poesía frente a un mundo colonizado por el mercado y la explotación, la precariedad y los adictos a la técnica… Ese alzar la voz afirmando 


Confieso que estoy viva,

no sirvo para vuestra nada


es tomar postura en el mundo. Tomar postura junto a los que sufren la injusticia, como en Canción del migrante o en Balada ucraniana. Ese grito poético de Amelia Serraller es voz que clama en el desierto. Voz necesaria.


Ese grito se alza y está presente en el poema Gritos que eran susurros, dedicado a las víctimas de la violencia de género. Ese grito que es denuncia de la invisibilidad de las mujeres maltratadas:  nadie entiende, / qué se esconde / bajo el velo de sus lágrimas.


Hay, como apuntaba al principio, dos líneas básicas en el libro. La de la pérdida, son los poemas dedicados a la memoria y al recuerdo, donde aparecen versos como: Música callada del recuerdo (donde habla de la pandemia), Recuerdo bien aquel verano; De los recuerdos, ojeras; ¿Adónde te marchaste / infancia, en silencio y sin aviso?; Siempre que mires atrás…


Y la línea de celebración, con homenajes a amigos: a Paco en Martina de Chagall, a los poetas de la Piscifactoría, a la familia en Identidades, a su hermana en A merced… Y también hay celebración cuando identifica y glosa los lugares de la felicidad: los aires argentinos de Milongas del presente y Romanza porteña: Granada, Donostia, Ávila, Ucrania…



Blanco roto
son veinticinco poemas, podrían parecer pocos para un primer libro donde seguro se han quedado fuera muchos otros. Pero estos veinticinco poemas que aquí encontramos son una buena muestra, una selección de una poeta que apuesta por la brevedad en el tamaño del poema, a decir mucho con poco debe aspirar la poesía y que apuesta por la forma y el ritmo. Es poeta de oficio, Amelia Serraller Calvo. Apreciará el lector el uso de la silva libre impar, los endecasílabos y el empleo de las cuartetas, villancicos, redondillas (en la Milonga del presente), estrofas a modo de seguidillas en Miniatura, la lira en Cántico reflejo, el limerick, el haiku… Sin olvidar las referencias y recreaciones en algunos poemas a autores clásicos: Santa Teresa, San Juan, Lorca… a los que la poeta considera maestros.


Antes de terminar, apuntaré dos ideas más: preste el lector atención a los poemas que son autorretratos de la autora, con el empleo de dos técnicas distintas, alguno desde la negación (lo que no se es), y otros, afirmativos (lo que se es). Junto a estos, su retrato se complementa con los poemas de identidad que yo llamaría de estar. El ser y el estar la definen.


Y la segunda idea, destacar el poema final. Un haiku, Templo de Debod. Si blanco roto es el blanco puro, es también, volvemos a lo simbólico, la luz. Este haiku final, tres versos tan solo bastan, es la conjunción del ser y estar de Amelia Serraller. Estar en Madrid y ser luz.


Al terminar de leer este libro entenderemos la sutil inutilidad de la poesía. La voz de Amelia Serraller, poema a poema, nos demuestra lo necesaria que es la poesía, la poesía viva. 


Al finalizar la lectura, estaremos de acuerdo con ella cuando dice: 


¿Por qué será

que donde hubo

algún conflicto

la poesía estalla?


La poesía que estalla como un disparo y es fuego. 


Un blanco roto, en este juego de polisemia, somos también nosotros, los lectores de este libro. Somos la diana, el blanco, sobre el que dispara sus versos Amelia Serraller.



Javier Díaz Gil

16 de enero de 2024



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