miércoles, 29 de marzo de 2017

Texto de mi presentación "La Isla de la Nada" de Aureliano Cañadas". Casa de Castilla La Mancha (Madrid) 21/03/2017

Aureliano Cañadas y Javier Díaz Gil
en la Casa de Castilla La Mancha de Madrid

El pasado 21 de marzo de 2017 dentro del ámbito de la Tertulia "Eduardo Alonso" que coordinan los poetas Manuel Cortijo y Juan Pedro Carrasco en la Casa de Castilla La Mancha de Madrid tuve la dicha de presentar el poemario "La Isla de la Nada" del magnífico poeta Aureliano Cañadas.

Previo a la presentación, como es costumbre en la Tertulia, recitaron algunos autores en la primera parte. Pudimos escuchar poemas de Pablo Llorente, Esperanza Párraga, Paco Caro...

Tras las palabras previas de Juan Pedro Carrasco, leí la presentación que os copio a continuación.
Tarde memorable de buena poesía, de conversación y de convencimiento de que estamos ante un poeta necesario e imprescindible. Confío en que mis palabras os ayuden a conocer un poco más al autor y su libro "La Isla de la Nada".



Casa de Castilla La Mancha
21 de marzo de 2017

Presentación “La isla de la nada”
Aureliano Cañadas



Hoy 21 de marzo se conmemora el Día Mundial de la Poesía y es doble la celebración porque tenemos la suerte de hacerlo junto a Aureliano Cañadas, poeta imprescindible.

Si no conociéramos al autor, si no supiéramos de su enorme vitalidad, de sus proyectos en marcha podríamos pensar que “La isla de la nada”, el libro que hoy presentamos, es un libro de final de etapa.

Un libro que habla de la muerte, que conversa con la muerte bien podría ser un cierre en la obra de un poeta que por su edad pretende mostrarnos su serena reflexión sobre nuestra esencia mortal.

Pero sabemos que no es así, pues tras este libro tiene en imprenta dos nuevos libros de poemas en los que sigue reflexionando, mostrándonos la vida, celebrándola.
Aureliano Cañadas nació en Almería en 1936. Es Licenciado en Literatura Hispánica por la Universidad Complutense, Diplomado por el Instituto de Idiomas de la Universidad de Granada,  entre otros títulos académicos. Autor de quince poemarios, ha recibido algunos premios, entre ellos el José Luis Gallego, el Marina Romero de la Asociación de Artistas y Escritores Españoles, el X Premio de Poesía del Aula de Encuentros del Círculo de Bellas Artes de Madrid, el Andrés García Madrid del Ateneo 1º de Mayo de CC.OO., y el María del Villar de la Fundación navarra del mismo nombre. Incluido en varias antologías de ámbito nacional y autonómico, ha colaborado en las más importantes revistas literarias españolas. Figura en el Diccionario de la  Literatura Española de Jesús Bregante editado por Espasa Calpe, y en el Diccionario de Autores de la Cátedra Miguel Delibes de la Universidad de Valladolid. Es corresponsal en Madrid de Ágora y miembro del Instituto de Estudios Almerienses. Ha sido traducido al griego, al portugués y al rumano.
La muerte es uno de los temas centrales de la poesía española. Desde Jorge Manrique (de quien adivinamos la influencia de sus Coplas en algunos versos de “Ilusos faraones” o “Revolucionarios”) a Santa Teresa; en la Poesía del Barroco con Quevedo, Góngora o Lope; en el Romanticismo con Bécquer; hasta el siglo XX con claros ejemplos como Machado, Hernández o Lorca.

La muerte está en el ADN poético español.

Podría parecernos que la muerte en la poesía es un tema que se hace más presente en la escritura a mayor edad del poeta. Pero ejemplos como el de Francisco Brines (Oliva, Valencia, 1932) nos lo desmiente. Brines publicó su primer libro “Las brasas”, premio Adonais, con 28 años. Era ya un libro de despedida en el que un personaje poético, un anciano, se despide del mundo. Hablo de Brines, otro poeta esencialmente elegíaco como Aureliano Cañadas, porque al releer su libro encuentro unos versos que enlazan con esta “La isla de la nada” de Cañadas, permitidme citarlos:

(…)
Mas él ama la isla, la repasa
cada noche al dormir, y en ella sueña
mucho, sus fatigados miembros ceden
fuerte dolor cuando apaga los ojos.
Un día partirá del viejo pueblo
y en un extraño buque, sin pesar,
navegará. Sin emoción la casa
se abandona, ya los rincones húmedos
con la flor del verdín, mustias las vides;
los libros, amarillos. Nunca nadie
sabrá cuándo murió, la cerradura
se irá cubriendo de un lejano polvo.

(“Las brasas”. Francisco Brines)

La temática de la muerte aparece en el poeta cuando éste siente su zarpazo.
No hay edad.

Y este libro, nos lo confirmará Aureliano, nace tras la herida abierta por el fallecimiento de su hermano el pintor y escritor, Luis Cañadas.

Dice el poeta en “Ningún útil”, uno de los poemas del libro:

(…)
Apresúrate y mira,
una vez más, los óleos de tu hermano
antes de que mi eterna
garganta los engulla.

Cuánta pasión en noche convertida.

Técnicamente impecable, poeta formal y cuidadoso, tal como nos tiene acostumbrados Aureliano Cañadas. Este libro está escrito en silva libre impar alternando alejandrinos, endecasílabos, heptasílabos, pentasílabos… manejando con cuidado el encabalgamiento, las anáforas y las catáforas. Utilizando imágenes en ocasiones impactantes como ésta del poema “Hospital”:

(…)
los dientes de una cobra
se clavan en tu piel en busca de tu sangre,


Sabe Aureliano que la Poesía es un arte y la cuida.

La Isla de la Nada, como en los versos que cité de Brines, es alegoría de la muerte. En el poema de igual título nos lo desvela en su primer verso:

Nadie ha vuelto jamás de la Isla de la Nada.

Pero el hallazgo de este libro, la novedad en el tratamiento de la muerte es que la voz del poeta es secundaria (de los 41 poemas, sólo en 12 escuchamos hablar al autor). Es la Isla de la Nada quien se dirige al lector para mostrarnos lo que hay al otro lado, sin dramas, sentenciosa y fría.

La Muerte (a la que no se nombra como tal en ningún momento del libro) nos enseña que llegaremos inexorablemente a ella, que desde que nacemos está en nosotros, que la alcanzaremos desnudos a la manera machadiana, que no hay escapada. Pero si la Muerte nos enseña que hay muchas maneras de llegar y que puede ser liberadora, protectora… el poeta que la escucha, negocia con ella para que le permita –nos permita- llevarse algunos recuerdos, la palabra, la promesa de comunicarse con los que aquí quedan.

Es de destacar el descreimiento del poeta, el alejamiento de lo religioso: contra los sacerdotes administradores de vida eterna. Así, en “Religión”, dice:

Inicuos sacerdotes
de  cualquier verdadera religión.

Rapaces o violentos, dicen no poseer,
pero siempre pretenden, con qué saña,
ser administradores del instinto
reproductor,
de la ciega esperanza de los hombres
en una vida eterna.


Dice Aureliano Cañadas refiriéndose a la escritura de estos poemas que “No hay ningún consuelo de tipo religioso, es lo que hay”.

Desde el agnosticismo, el descreimiento, “La Isla de la Nada” es un libro sincero, valiente y escrito desde la serenidad. Pero estad atentos porque hay muchas más cosas que descubriréis en este libro: la biografía del poeta y su memoria, su retrato en el poema “Habla la Isla de la Nada”, su compromiso con la vida:

Esa empatía tuya con los desheredados…

o el sentimiento definitivo, en el poema final, de que a pesar de todo, la muerte no detiene la vida, invencible.

Celebramos este Día mundial de la Poesía con un poeta imprescindible, maestro y ser humano generosísimo al que tanto debemos.

No os defraudará su poesía, os lo aseguro: Aureliano Cañadas.

Javier Díaz Gil

21 de marzo de 2017





Algunas imágenes del acto 
(Fotos móvil de Anagonz):

Juan Pedro Carrasco, Aureliano Cañadas y Javier Díaz Gil

Intervención de Pablo Llorente

Palabras previas de Juan Pedro Carrasco

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