MENUDEOJunto al oso y el madroño,
las doce del mediodía,
aprovechando el tumulto
y la confusión de rostros
me reuní con ellos.
Al más alto de los dos
le dí mi dinero
y con profesional mimo
me entregaron la mercancía.
Nadie nos vio.
Debemos tener cuidado,
somos seres sospechosos.
Nos dedicamos al tráfico
a pequeña escala
(quizá no importemos tanto)
de ángeles prometidos
y fantasmas.
© Javier Díaz Gil
05/03/2011
(Para José María Herranz
y Aureliano Cañadas)
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