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Javier Díaz Gil y Adriana Serlik (Fotos de Antonio Benicio Huerga) |
LUCHAR Y SEGUIR
Adriana Serlik escribe desde la madurez poética y personal pero sobre todo desde la honestidad. Y desde esa honestidad nos interpela a los lectores. No podemos quedarnos indiferentes ante estos 40 poemas que formalmente alternan la brevedad, algunos, con ese aire de esencialidad y de imágenes directas -como lo haría un haiku-, con poemas más largos, de tono narrativo, casi confesional.
“Reflejo dorado”, este último poemario de Adriana Serlik, es una mirada introspectiva, un libro en el que hacer balance, en el que buscarse, en el que la poeta trae al lector el espejo donde mirar a la Adriana que fue y a la que es hoy. Un espejo donde el lector deberá buscar su reflejo también. Lo que somos ahora es producto de los que fuimos. Lo que somos individualmente pero también lo que somos como sociedad.
Reflejo dorado
tu camino.
Nos dice la poeta en el primer poema. Lo dorado es símbolo de abundancia, de sabiduría, pero también de madurez. En este deíctico, con el uso de esta segunda persona, está interpelando al lector ya y está mostrándonos la autora cuáles son los temas de los que nos va a hablar en el libro. Temas que adivinamos ya por la cita de Alejandra Pizarnik que encabeza el poemario: el paso del tiempo, la memoria, la palabra, la alegría, pero también el dolor y la muerte. Temas que son su leit motiv a lo largo de su extensa obra poética pero que se hacen más presentes en este libro junto con el manifiesto compromiso ético que es su forma de mirar y de estar en el mundo.
La memoria, tema con que inicia los primeros poemas del libro, con el uso de los adverbios ayer y hoy:
Ayer supliqué
que no me abandonaras,
hoy me repliego
y solo digo que el acento final
no lo colocarás tú.
Junto a la actitud luchadora en ese verso último, que es su admirable actitud vital, como nos dice en otro de los poemas:
La que con juventud,
me echaba a la calle,
sembraba papelillos
corria y gritaba
en manifestaciones,
cada dos o tres días.
La madurez personal se refleja en las ideas sentenciosas:
La adversidad
no puede medirse.
Se presenta
y traza una línea.
Aparece aquí ya el dolor del presente pero también el dolor de nuevo en su memoria, en las señales de su propio exilio y en el exilio de los que admira y no conoció: Walter Benjamin, Antonio Machado…
Este es su compromiso ético, la reivindicación de los que lucharon y tuvieron nombre propio pero también la larga lista anónima de desaparecidos y represaliados en la dictadura franquista que Adriana Sérlik ha investigado y que se citan también en estos poemas.
La actitud revindicativa que le hace señalar al explotador o el homenaje a las víctimas de la terrible DANA que asoló Valencia a finales de este octubre de 2024.
La sociedad es una estructura muy frágil, lo sabe la poeta. Si perdemos el amor, la amistad, ña solidaridad, la cultura llegará el fascismo:
…se hizo himno
y creó
una cruz gamada.
Una sociedad a la que es necesario despertar:
Cuando intenté
comnpartirlo
comprendí
que pocos
entenderían
mi desazón.
Y es frágil nuestro cuerpo, que sufre el dolor y la enfermedad, la muerte del amado que tanto ha marcado a Adriana Sérlik:
Y ahora
tras tantos años,
huérfana
de sus caricias,
escribo
lentamente
su nombre.
La muerte de los que te rodean y de nuevo nos interpela:
el dolor
no cesa
ante
la muerte
de los inocentes.
Es la palabra otro de los temas del libro. La palabra poética, la que nos salva, la palabra poética que la define:
Voy andando
por la poesía.
La poesía junto con el recuerdo del amor nos empuja a seguir viviendo que es el cierre perfecto de este “Reflejo dorado”:
Olía a sus tiernas manos,
sentí su presencia
y encontré muy escondido
entre los pliegues del monedero
un pequeño poema
que me había escrito.
Es este libro un momento de hacer balance, pero el resultado, a pesar del dolor y de la muerte, de la enfermedad y la soledad, a pesar del tiempo que inexorable pasa, es un canto y una necesidad de celebración.
Me quedo finalmente con estos versos que para acabar transcribo, que como lector de Adriana Sérlik y como admirador de su actitud ética, me interpelan y nos interpelan a todos:
Río seco,
boca seca,
alma
que no debería secarse
porque todavía
tengo
mucho que decir.
Javier Díaz Gil
Os dejo con algunas imágenes del acto (gentileza de Antonio Benicio Huerga):
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Antonio Benicio Huerga |
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