lunes, 1 de octubre de 2012

Un poema de Javier Díaz Gil para empezar octubre 2012


(Foto: Viaje inaugural del "Amerigo Vespucci", Nápoles 1931)

AMERIGO VESPUCCI, 1931

Una caricia es un ojo de buey.
Cada ojo de buey marca el límite
       del deseo.
Este abrazo no basta para emprender el viaje.

La mujeres se sientan en el equilibrio del muelle,
sus bolsos testigos de la soledad o el abandono
guardan silencio.

Para ti llevo mi mejor vestido,
los labios rojos desdibujados 
por tus besos.

¿Cuándo regresarás?

No hay acero suficiente
que pueda detener esta marea 
que me arrastra.

La que ya te lleva.

© Javier Díaz Gil
26 septiembre de 2012

2 comentarios:

Iñaki Túrnez dijo...

Qué foto más curiosa, no es extraño que te inspirara este poema.
Separarse del amor, separarse de la libertad, separarse de la vida. Cada separación pudiera estar representada de distinto modo: la chapa de un enorme barco, los barrotes de una celda, las tablas de un ataúd. A un lado el que se va y al otro el que se queda. Los dos marchándose de sí mismos, abandonándose a la vez, aceptando la separación con la única excusa que nos permiten, la resignación.

Y el poeta en un rincón observándolo todo, las lágrimas que afean las mejillas en surcos de rímel, los labios rojos desdibujados por los besos...

No me gusta lo que veo, pero me gusta cómo lo cuentas.

Un abrazo, poeta.

Javier Díaz Gil dijo...

Iñaki
muchas gracias por tus palabras. Es cierto que la escena es terrible, la despedida, la separación, esa imagen que dices que nos separa: el hierro, la madera, el ataúd, quizá.
Pero la mirada del poeta debe hacernos no sé si más dulce o al menos digerible la separación.
Me alegra de que te guste el poema.
Un abrazo fuerte, amigo
Javier