martes, 2 de septiembre de 2008

Un poema de Javier Díaz Gil para empezar septiembre 2008





que ardió

  la madera

en mi garganta.


Después escuché

  tu voz.




(Y un ruido

de cristales rotos).


© Javier Díaz Gil
Agosto 2008

2 comentarios:

carlota dijo...

Me quedo dándole vueltas al poema.
Feliz vuelta a septiembre.
Un abrazo

Anónimo dijo...

hola! no se como llegue..., creo que fui empujado, como por una ola errante.

Es un placer encontrar esta playa, después de tanto solitario naufragio, a la deriva de una soledad que incluso a veces se siente incomprendida..

Permitaseme de alguna manera agradecer este espacio y ofrendar al mar con una de mis poesías...(me gustaría conocer tu opinión, seria de mucho agradecer...)

Es una lastima que capacidad de este comentario no respete los versos que fije, pero puedes también encontrarlo en:
www.es.netlog.com/bud_kam


"la mano de un dios"
Yo nací coral en la tierra de los hombres camaleón,
y sin saber de vientos navegaba ciudades
canciones de arroz y estrellas de fuego,
yo nade en planetas celestes y en tormentas de tiburón.

Cerca de la piedra verde de un niño
creció mi casa como nido de pájaro atado,
y desde la eternidad sonora, el clamor de un suspiro me llamaba
como palabra envuelta en la corriente de un amanecer.

Yo quise vender mis manos de pétalo celeste
como despiadados Océanos oscuros,
pero apartadas miraban al cielo
en una esperanza de azules alas en escalera.

Yo quise seguir adelante …,

Y allí perdí la tierra de los hombres de asfalto y me crecí en la isla,
de una playa que amarra las llaves de un sueño,
donde daba abrigo a las flores y a los peces de escama salvaje,
con los ojos viajeros de un barco, y los mapas de un Capitán.

Yo tuve anillos para el huracán desalmado de la nieve
y quise andar los montes de la verbena incierta
muy cerca del reino de la ardilla prohibida,
en la alta nube invisible de los hombres caimán.

Allí donde navegué pocas veces hallé mi puerto de nácar
pues a todos les di mi almohada y la maldición de mi espada de paz,
por eso tome las olas como bandera infinita en una tierra de miel
donde poco a poco ahogaba los restos mojados de la fuente dolida del pan.

Yo quise seguir adelante …,

Y renací de un trueno que hervía en el horizonte como cañón
candente como reloj de fuego en la palabra de un nuevo reino,
donde a fuerza de sueño y relámpago crecía la voz de una enterrada flor,
que traicionada para los hombres, traía el agua a mi salvaje region.

Hoy vivo del mar y sus olas, de la hierba dorada de los laberintos,
hoy tengo cordilleras de azúcar y guerras imposibles en mi cuaderno de arena,
porque navegué perdidamente olvidado, como marinero errante en las cadenas del Universo,
yo tengo guardado un tesoro que muy a pesar mío todavía no puedo repartir.

Pero …
yo quiero seguir adelante …
y hoy por momentos celebro,
que tomo la copa de la mano de un Dios que me acaricia.