lunes, 29 de diciembre de 2008

Un poema de Javier Díaz Gil para acabar 2008


NAUFRAGIO


Es la condición de náufrago
el horizonte de agua,
la mordedura de sal en la memoria.

Son los pies heridos
de caminar a oscuras
-su arena ardiente-,
el ímpetu enemigo de la ola
que no cesa jamás de decir tu nombre.

Agua rodeando más agua.

No hay palabras que lleven a ninguna orilla.


© Javier Díaz Gil
Diciembre 2008

martes, 23 de diciembre de 2008

El mito de Selene y Endimión (y un poema-correspondencia de Ángel González)

Sueño de Endimión, Louis Girodet (1791)

En la Mitología griega hay cientos de ejemplos de amores: pasionales, espirituales, posesivos... Pero hay uno que ejemplifica el amor imposible y continuado. Sólo es posible el amor entre los dos personajes si no se ven.

Se trata de Selene y Endimión.

Recojo su historia de la web http://sobreleyendas.com/2008/06/11/el-mito-de-selene-y-endimion/ a la que agradezco su claridad.

En la mitología griega, Selene era la diosa de la luna, hermana de Helios, el sol, y de Eos, la aurora. Selene fue protagonista de muchas historias de amor, pero su romance con Endimión fue el más profundo y su más bonita leyenda de amor.

Endimión, también de origen divino y nieto de Zeus, era un pastor de Caria. Había ocupado el trono de Elida, pero luego de ser destronaron, busco refugió en el monte Larmos y se dedicó a al campo y a los astros, enamorándose de la luna, la única compañía además de su soledad.

Todas las noches, después de realizar sus tareas diarias, dormía profundamente dentro de la cueva que le servía de morada. Pero si el tiempo era bueno, se tumbaba desnudo junto a la puerta de la cueva a dormir al aire libre. Endimión contemplaba a Selene y su corazón se nutría de un amor silencioso, hasta caer dormido.

Selene no sabía nada del gran amor que había inspirado en el pastor, pero una noche bajó a la tierra, le vio dormido y desnudo y le amó. Desde entonces le visitó todas las noches, le encontró siempre dormido, y se recostó junto a él sin despertarle. Así, dormido él y ella despierta, se amaron por mucho tiempo.

La diosa ignoraba la fascinación del pastor hacia ella, y él tampoco sabía que durante sus sueños se volvía objeto de amor de la diosa. Hasta que una noche Endimión despertó en pleno amor y se enteró de que era el amante de la diosa. Ambos se confesaron su amor secreto y la felicidad los envolvió. Pero entonces entró un temor en él, ya que había pasado el tiempo y su cuerpo comenzaba a marchitarse. Le pidió a Selene que le concediera juventud eterna con su poder divino. Ella recurrió a Zeus y éste decidió que Endimión no sufriría el paso del tiempo mientras estuviese dormido; sólo envejecería durante la vigilia.

Endimión le hizo prometer a Selene que lo acompañase siempre con él durmiera. De ese modo, él no envejecería y siempre que se despertaría feliz. Pero entonces, cuando estuviese despierto, ella no estaría.

De este amor nacieron cincuenta hijas, y en varias versiones también, hijo de Selene y de Endimión fue Naxo, el héroe de la isla de Naxos.

El mito hace creer que Selene y Endimión continúan amándose en silencio en algún rincón remoto de la tierra.

Su amor se mantuvo a costa de que Selene acompañaría a Endimión mientras dormía y cuando Endimión estaba despierto Selene no podría estar con él.

Triste amor.

Me recuerda un poema de Ángel González (¿pensaría el poeta en Selene y Endimión?) que aquí os copio. Buen texto para ejemplificar el mito:


Canción de invierno y de verano


Cuando es invierno en el Mar del Norte
es verano en Valparaíso.
Los barcos hacen sonar sus sirenas al entrar en el
puerto de Bremen con jirones de niebla y de hielo
en sus cabos,
mientras los balandros soleados arrastran por la super-
ficie del Pacífico Sur bellas bañistas.

Eso sucede en el mismo tiempo,
pero jamás en el mismo día.

Porque cuando es de día en el Mar del Norte
—brumas y sombras absorbiendo restos
de sucia luz—
es de noche en Valparaíso
—rutilantes estrellas lanzando agudos dardos
a las olas dormidas.

Cómo dudar que nos quisimos,
que me seguía tu pensamiento
y mi voz te buscaba —detrás,
muy cerca, iba mi boca.
Nos quisimos, es cierto, y yo sé cuánto:
primaveras, veranos, soles, lunas.

Pero jamás en el mismo día.

martes, 2 de diciembre de 2008

Un poema de Javier Díaz Gil para empezar Diciembre 2008



EL FRANCOTIRADOR (V)



El francotirador no olvida.

Ha ocupado tu casa y se esconde
detrás de tus recuerdos.
Se ha sentado a esperar.

No tiene prisa,
nunca la tuvo, lo sabes.

El suelo es la trampa,
puede que se hunda o te trague.

El francotirador te observa.

Crees que no respirando,
que agazapado y en silencio
estarás a salvo.

El silencio es herida,
él lo sabe.

Apaga la luz si quieres,
cierra los ojos, llora
si te alivia.
No estás solo.
Tu sombra se pierde
entre arena y frío.
El suelo está cediendo.

No hará falta esta vez
ni siquiera una bala.


© Javier Díaz Gil
25 de noviembre de 2008



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