CICATRICESHablaste del amor y de una dama,
del mar que no cabía en la pupila,
de unos labios de acero que se afilan,
de sombras escondidas en tu cama.
La carne se consume en esta llama
esperando la sombra que vacila
-las palabras no sirven y se apilan-
la luz no es patrimonio del que ama.
Ya no hay manos que nazcan de tu piel,
sólo importa aquello que no dices:
la boca a la que sabes serle fiel.
El llanto consiguió echar raíces:
se puebla de naufragios el papel.
El poema tendrá mis cicatrices.
© Javier Díaz GilJunio 2008
me parece un soneto muy logrado y muy bello
ResponderEliminarUn saludo Javier. Hasta siempre
ResponderEliminarGracias M.Carmen por tu amabilidad. Un saludo muy cordial.
ResponderEliminarJavier