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lunes, 11 de junio de 2007
Javier Lostalé, escribo para salvarme.
Acabo de volver de escuchar al poeta Javier Lostalé dentro del ciclo "Poetas en vivo" que tan maravillosamente coordina y dirige el también poeta y amigo Enrique Gracia.
Y no puedo por menos que dejar aquí referencia de un poeta que me ha ganado mientras leía sus poemas y comentaba el mundo que puebla su poesía, cosas como "los trenes tienen los ojos azules" o "todo lo invisible o inexistente es más real a veces que lo existente".
No puedo sino estar de acuerdo con Javier Lostalé.
Nació en Madrid en 1942. Formó parte de la antología Espejo del amor y de la muerte (1971). Es autor de libros de poesía que han sido muy bien recibidos por la crítica. Dirige, los domingos a las 24.00 horas el programa de radio La estación azul en Radio 3 junto a Ignacio Elguero. Pertenece a la Academia Castellano-Leonesa de Poesía.
Entre sus libros destacan:
Jimmy, Jymmy (1976, 2000-reedición).
Figura en el paseo marítimo (1981).
La rosa inclinada (1995).
Hondo es el resplandor (1998).
La rosa inclinada. Poesía reunida 1976-2001 (2001). Incluye un libro inédito de poemas en prosa, La estación azul.
La estación azul (2004).
Los que conocemos a Enrique Gracia apreciamos las presentaciones tan sabias y amenas que introducen al poeta que presenta cada mes en la Biblioteca Nacional de Madrid. En su presentación ha leído una poética de Javier Lostalé que quiero compartir con todos. Responde el poeta a la pregunta de por qué escribimos.
Como decía antes, es fácil estar de acuerdo con Javier Lostalé.
"Confesión", de La rosa inclinada (poesía 1976- 2001), (Madrid, Calambur, 2001).
Escribo porque me salva, porque es lo único que me queda, porque fija un sonido, unas luces, el final de un acto de amor, el escenario de unas horas de deseo. Escribo porque están conmigo los que ya nunca estarán, porque bajo al mar desde la mesa donde apoyo la cuartilla y me quedo quieto en la memoria de un cuerpo, y prolongo unas voces hasta perder la noción del tiempo (días y años juntos, apretados en un instante que me deja sin defensa). Escribo porque al abrir el seno de una palabra encuentro la iluminación última del beso, porque pronuncio a solas mi única verdad: ésa que después desmiento con mi vida. Escribo porque hay un llanto íntimo que me purifica desde que comienzo a hacer signos en el papel, porque poseo las cosas desde su respiración humana y puedo habitar aquello de lo que fui desterrado. Escribo para ser joven y alimentar una esperanza radical, para tener lo que no tengo y escuchar lo que nunca me dijeron. Escribo porque nunca fue más bello el engaño.
¿cómo podría no estar de acuerdo contigo?
ResponderEliminar¡ay la palabra!
¡ay la Poesía!
(un arquitecto que quería ser poeta)